Un Día de los Padres PADRÍSIMO
El regalo más grande que puedo recibir en el Día de los Padres es estar en familia, y por eso el primer recuerdo es mi Papá y mi Mamá y mis amadas hijas y mi amado hijo.
La celebración comenzó el viernes con el encuentro de "los hijos de Papá" que están acá, en la isla, en casa de mi hermana Giol y su esposo Juanito, con los respectivos hijos e hijas, nietos y nietas.
Honro en particular a mi hermano mayor, Abraham, que anunque no lo crean acaba de cumplir 83 años. Su nacimiento fue dramático y le cambió la vida a mi Papá. Lo cuento en detalles en el libro El Secreto de Mi Padre. Abraham tiene un gran sentido del humor y una bondad que se le sale por los poros.
El sábado en la mañana, preparándome para el encuentro posterior que tendría con mis hijos, quise llevarles un regalo especial: del patio de mi suegra Paquita esta enorme calabaza, a la que le añadí unas panas y guineos, también cortesía de la Madre Tierra.
En casa de Yarí, mi hija del medio, nos encontramos un despliegue de fotos de los recuerdos de familia y en particular ésta que decidimos actualizar.
Ya es tradición en estos encuentros en casa de Yarí ir a las canchas de tenis cercanas y disfrutar de la Batalla de los Nietos, donde hay apuestas y todo, donde la meta de Marcel es tratar de evitar un 6-0 ante Paola. Esta vez no lo logró pero hay que reconocer que hubo puntos extraordinarios y que Paola es una tenista dedicada mientras que Marcel solo toma la raqueta una vez al año cuando se dan estos encuentros.
Mientras, la audiencia, bastante ruidosa para un juego de tenis, se disfruta la tarde, sobre todo el colorido fondo del atardecer.
Carlos, mi hijo mayor, también demostró que los años no han hecho mella en sus habilidades en la cancha, aunque eso no fue suficiente para perder un tiebraker frente a Marcel.
Hoy celebraré el día en total tranquilidad con mis hermosos regalos, Yéssica y Bruno, y con la familia del lado acá.